después de un leve sueño
moderado,
y sólo tiene el sueño de pesado,
no dormir con tus ojos, Lesbia mía.
Me sigue inseparable esta porfía,
de mi contemplación y tu cuidado,
y en la estación más cálida y más
fría;
en la mesa contemplo tu semblante,
pues aunque el alma me reprenda
amante,
¿cómo puede creer que estás
ausente,
si no hay hora, minuto, ni hay
instante
que no te mire en ella muy presente?
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