Amo al cristo. Al hombre cuyo sacrificio me
ofrece salvación, vida eterna, sentido existencial (desde esta mañana he estado
pensado en él, en lo poco que devuelvo
al amor infinito de su entrega). Amo al Jesús del perdón, al Jesús del
entendimiento, al Jesús cuyas acciones rescatan de las profundidades y los
infiernos a todos aquellos cuya oscuridad les ha borrado el alma. Amo al
hombre, ese que expulsa mercaderes con la rabia de la indignación, con el sentido
de lo sagrado, con la certeza de lo imborrable. Amo al ser inclinado, a las
manos que lavan los pies de la humildad, de los que esperan. Amo al que
multiplica panes y peces, al que indica donde sembrar, al que indica que la
vida es hoy, en estos momentos, now!
Es viernes santos. Viernes en el que bebo
cerveza, me alimento con comida china, lavo mi ropa, pinto sobre canvas y
recibo a mis hijos. Día sin dogmatismos, reservado para toda posibilidad, para
todo aquello que surja.
Amo, al carajo con todo si no es amor. Lo más
bello de Jesús es ese “amor” eterno (asunto sumamente complejo, pues el amor es
un todo “fully loaded” de buenas vibras y perseverancias).
Yo tengo mis contrastes, mis formulas humanas
enraizadas en un lar nativo, en una especie de nomenclatura cataléptica que
solo entiende en tricolor, ron picante y baile. Soy japonés por otra clase de
amor, uno de esos que como ciclón batatero te vuelve mierda apostando al
absurdo (vainas terrenales, para nada parecidas a las vicisitudes del Maestro,
del amado y del sacrificado para el bien humano).
Escribo borracho, con un jumo enamorado de
todos ustedes, mis gentes sagradas, mis
adorados entuertos fratricidas. La “fucking life” es ahora, les repito con la
profundidad de todo lo que puedo. ¡Jehova les bendiga! Yo sé que seré eximido
de culpas, por lo menos de estas culpas y sus significados en la palabra! Es un viernes de sacrificios y
amo yo solo puedo amar al hombre que lo dio todo para que mi ser pueda
expresarse en lo más idiota “del amor”.
Jimmy Valdez Osaku
Ridgewood, NY
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