Nunca acudas a mi casa.
Sea maldita la condición de los pájaros que revolotean
a la hora de vísperas con el mensaje del eterno.
Sean malditas el agua que los mantiene en vuelo
y sus miradas incisivas.
Es así mi pensamiento en las horas en que Bach se recrea sobre mi piel
y no hay clavecín que pueda seguir sus designios.
Pero para ti, que has acudido a mi casa sin la firma de amor obligatoria
sean los fuegos tu morada.
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