Ritos  sobre las olas que se pliegan,  acusando a la tormenta de haber anulado su deseo
Mientras, las sirenas abandonan su aleluya,
Y suplican a los acantilados un coito irredento.
La arena no ha podido  pronunciarse,  ni grabar el nombre del Último paseante que  meditó las angustias de tarde,
Tampoco el faro pretende  luminarias.
Y ha dejado su murmullo de promisión.
Vamos a entrar en esta historia:
Hoy no es la tarde, ni  la noche, ni siquiera se puede nominar el momento.
Las gaviotas  entregan sus 
cuerpos,  a los  hombres que permanecen como estatuas,  observando a la 
roca que ha muerto a sus pies.
No es tiempo de preceptos,  y los únicos salmos   se afanan en La reproducción  para mantener la leyenda del mundo.
No es necesaria la mirada
Ni tampoco el cruzar los brazos como negación. 
Voy
 a levantar el telón de esta tragicomedia,  para que podáis comprender 
mi desprecio a  las estructuras geométricas,  que nos mantienen en celo,
 y disfrazan a los niños con la carátula de la inocencia...
Estamos encerrados en la  quimera.
Y necesitamos sinceridades:
No existe el mar.
No pueden volar las gaviotas en este espacio.
Tampoco hay pleamares ni bajamares.
Tampoco hay pleamares ni bajamares.
Vamos a reconocer nuestro estandarte de limitaciones
Lo insano  de nuestra armonía.
El desconchado  de la condición.  
He de cortar mi lengua para que no pronuncie más ilusiones.  
Y arrojar al abismo los óleos que nos profanaron.
.Quiero ser rotundo en mi benevolencia final:
Los falsos dioses deben entregar sus túnicas en la aceña que espera
y no ocupar nuestros cuerpos con la palabra.
 
 
 
"Las gaviotas entregan sus cuerpos, a los hombres que permanecen como estatuas, observando a la roca que ha muerto a sus pies". Los falsos dioses no deben ocupar la palabra.
ResponderEliminarmi abrazo padre