Al pintor Miguel Vázquez
Al que sorprendà una noche llorando en la cárcel de Burgos.
 Â
OÃdme amigos. He visto
con los ojos soñolientosalgo que quiero contaros.
Es la madrugada. Un preso
enfrente de mà despierta.Se incorpora sobre un codo.
LÃa un cigarro. Se sienta.
Mientras fuma tiene ausentela mirada, como dormida la frente
(Sueña el viento en la ventana)
Tira el cigarro. Se inclina.
Saca un pedazo de pan,se lo come lentamente
y después… rompe a llorar.
Yo os lo cuento)
Ya sabéis que a mi las losas
me han gastado hasta los huesos
del corazón,
pero ver llorar a un hombre
es algo, siempre, tremendo.
Y este preso no es un árbol
que se ha roto. Sigue ileso.
Pero de pronto ha venido
todo lo “suyo” a su encuentro en esta noche tranquila…
Con su dolor en mi pecho
le miro. No puede verme.Sus ojos están muy lejos.
Sus ojos cerca, llorando
tan suave, tan hondamenteque apenas si mueve el aire
y el silencio.
Un “alerta” le estremece.
(Por el patio
 se oye cruzar el relevo)
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