para
sufrir los burdos consonantes
que
tienes preparados y escondidos;
sé que limpias y dejas rutilantes,
las
cuerdas –o las sogas– de tu lira,
víctima
de ratones discordantes.
Y no vale que digas que es mentira,
porque
todo lo sé por la patrona,
que no
te da principio y que te admira.
Me ha dicho tan verídica persona
que
empleas de tu ropa los harapos
en
desbrozar la trompa de Belona,
y que a fuerza de aceite y sacatrapos
del
metálico tubo rimbombante
expeles
las culebras y los sapos.
Tú, como en mayo el mísero estudiante
candil y
torpe sueño despabila,
en busca
de adecuado consonante
pasas las noches: y ella, que vigila,
el ama,
cuya cháchara provoco,
me dice
que la tienes intranquila.
Como ella de medir sabe muy poco,
cuando
cuentas las sílabas por dedos
jura y
perjura que te vuelves loco;
mas tú disiparás todos sus miedos
al dar a
luz el anhelado fruto
de tus
partos difíciles y acedos.
Ya, según por mis cálculos computo,
raudo se
acerca el venturoso día
de
vomitar cien odas al minuto.
Tú, que a los grandes de la patria mía
uno por
uno, sin dejar a Caco,
cantaste
al son de ronca chirimía,
aguza el vil ingenio rudo y flaco
y corre
a los confines de Pajares,
porque
no se adelante algún bellaco.
Invoca los recuerdos seculares;
que los
robustos ecos de los montes
lleven
tu voz a todos los hogares;
ve descorriendo velos y horizontes,
y
retroceda el curso de la historia
para que
tú, erudito, la remontes;
apréndete los nombres, de memoria,
de
cuantos grandes en el mundo han sido,
para
uncirlos al carro de tu gloria.
Bago , no pecarás de comedido,
que
aunque digas doscientos disparates,
no ha de
darse el fiscal por ofendido;
conviene que deprimas y maltrates
los
grandes nombres que la fama abona,
y los
tengas por locos o petates.
Para ti sólo es grande una persona:
aquella
que te escucha y que te paga
los
adefesios que tu lira entona.
Del torpe incienso que el sentido halaga
pródigo
sé, y en cada verso flojo
pon un
grano por ver si alguien lo traga.
No cedas en tu empresa, ten arrojo;
si
logras con tus odas un empleo,
ganarás
el sustento sin sonrojo.
Agita el tirso, y con furor pimpleo
di, bajo
tu palabra, cien mentiras,
si a
mano viene, en verso asclepiadeo;
dirá algún demagogo que deliras,
y un
criticastro audaz querrá morderte
porque
en la pobre adulación te inspiras;
mas no podrán sus gritos contenerte,
que así,
arrastrando, como tú, mil Bagos
llegaron
hasta el colmo de la suerte.
Aunque tenga el oficio malos tragos,
cual
este de sufrir burla y desprecio,
todo,
por fin, se cambiará en halagos;
Hoy no eres nadie y pasarás por necio;
mas si
sabes doblar como una espada
el
espinazo vil, tendrás gran precio;
pronto verás tu lira venerada,
cual
sagrado instrumento, en los salones,
y a ti
con una cruz y una embajada.
Bien haces, Bago , si el magín dispones,
y si, el
común sentido torturando,
todo a
tus alabanzas lo pospones.
No temas infringir ni ley ni bando
por
decir que ya Asturias se engrandece
por la
conciliación que está mandando;
y asegura también que te parece
que toma
parte en nuestra dicha el cielo,
que
Cánovas, por cierto, lo merece.
Polvo mortal sacuda el patrio suelo,
pon de
punta los huesos de Pelayo,
y hable
en su tumba sin venir a pelo.
Y aprovechando el consonante en ayo,
en aras
de tu loca fantasía,
vuela de
Covadonga hasta Moncayo.
Eso podrá no ser la poesía,
pero tú
te acreditas, y esto importa,
de
amante de la docta mayoría.
Ya verás que, a la larga o a la corta,
algún
Mecenas, conde de Toreno,
tus
canciones recibe y las soporta.
Saldrás, por fin, del polvo (no del cieno);
pero
debes temer en tu fortuna
otro
Bago mayor que te haga bueno;
acaso en prosa vil; más oportuna,
ponga
las glorias del poder que alaba
más allá
de los cuernos de la luna,
y
entonces, Bago , tu favor acaba.
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