La luna
rasga la noche,
rutilan
los verdes pastos, antes sombríos, oscuros,
brusco
se detiene el viento oyendo el tenue susurro
que
desde el cielo recoge.
En la
retorcida encina la silueta recortada
rompe
el lejano horizonte,
perfecta,
la cabeza alta.
Mientras
su mirada busca el brillo acariciante,
deja
que bañe su pelo la aurora regalada
y mil
estrellas estallan en los redondos cristales.
-Piropo.
-¿Quién
me llama?
-Soy
yo, la que rompes cada noche en la charca
cuando
te acercas y bebes
en las
cristalinas aguas,
la que
vuelve de nuevo cuando sacias tu sed
y te
quedas mirando, extrañado, sin comprender nada.
Luego
pateas y me haces pedazos, pero siempre
vuelvo,
redonda, brillante, cuando al fin te calmas.
-¿Dónde
estás? No te veo,
ahora
no estoy en la charca.
-Arriba,
en el cielo,
sobre
tu cabeza. Levanta tu morro,
arriba,
Piropo, levanta.
Y la
noche confunde los brillos,
de la
luna al toro,
del
toro a la luna, haciendo camino,
y se
inundan de luz las miradas.
-Mañana,
Piropo, mañana, verás otro cielo.
-¿Mañana?
-Mañana.
Por ti habrán estado bordando
hermosos
capotes en oro y en plata,
y
trajes de luces tan bellos
que
cada puntada
parece
que haya sido hecha por miles de hadas.
Por ti
habrán llenado de las más bellas notas
tantos
pentagramas
que
podrían cubrir estos campos sin que se acabaran.
Por ti
sonarán los clarines,
vibrarán
los timbales, dolerán las palmas.
Por ti
enjaezarán a las mulas,
cubrirán
unos hombres de rosa sus piernas
y
calzarán zapatillas bordadas,
sobre
su cabeza, regias monteras,
lucirán como alas de ángel sus camisas blancas.
Y habrá
una plaza hermosa, redonda,
toda
engalanada,
bellas
mujeres con su piel tostada,
con
blancas mantillas,
muy
bien maquilladas,
agitando
en el aire sus finas puntillas.
Hombres
con sus puros, reyes y plebeyos,
gentes
de otros mundos.
-¿Por
mí?
-Por
ti.
Saldrán a esa plaza
las
mulas con bellos adornos, recién cepilladas,
caballos
con gallardos jinetes,
sombreros
redondos de marcadas alas.
Por tí
brillará más que nunca ese cielo,
por ti
egregias cuadrillas
harán
un hermoso paseo,
relucirán
sus trajes
con sus
mil destellos.
Resonarán
los aplausos en el adornado cerco
y todos
los colores bailarán en el aire.
-¡Que
bonito, luna! ¿Por mí todo eso?
-Por
ti. Y más que bonito, bello.
Bellos
enjaezados,
los
sonidos bellos, bellos esos trajes,
los
pañuelos blancos.
Y
luego…
-Sigue,
luna, ¿y luego?
-Luego
sentirás la puya,
el
negro agujero,
correrá
tu sangre hasta tus pezuñas,
clavarás
tus cuernos
con
toda tu furia en un duro peto.
-¿Y
luego?
-Luego
sentirás
que
rompen tu cuerpo,
primero
dos rotos, otros dos luego,
y luego
dos más. Y se marchará
el
banderillero.
Irá tu
sangre manchando la arena
en un
cruel reguero,
jaleará
la gente
el
danzar del torero,
y tu
corazón, cada vez más débil dentro de tu pecho,
se irá
acelerando,
latiendo,
latiendo,
en
última lucha por seguir viviendo.
-¿Y
luego?
-Luego,
brillará la espada
dándole
a la tarde del sol el reflejo.
Mirarás
abajo,
donde
el torero te pondrá el engaño.
Sentirás
el acero entrando en tu pecho
hasta
atravesarlo,
y toda
tu sangre estallará dentro.
Con
suerte, todo habrá acabado.
Con
suerte, estarás muerto.
-¿Con
suerte?
-Con
suerte. A veces falla al primer intento
y
vuelve la espada, y vuelve el tormento,
la
agonía vuelve,
una vez
y otra, tres y cuatro veces,
y al
fin, descabello.
-¿Por
qué? ¿Por qué todo eso?
-Le
llaman la fiesta,
le
llaman toreo,
le
ponen medallas al arte en el ruedo,
lo
plasman los grandes
en
hermosos lienzos,
le
hacen poemas, honores
y mil
monumentos.
-¿Por
qué?
-No lo
sé, Piropo.
Infinitas
noches llevo viendo al hombre
y no lo
comprendo.
Quizá
desde siempre,
lo que
da dinero
deja de
ser cruel para hacerlo bueno.
Las
guerras, el hambre, la muerte,
tortura
y miseria, tanto sufrimiento,
y al
final del mismo
siempre
está el dinero, el poder, la gloria.
-Pero,
no comprendo.
-Déjalo,
Piropo. Te prometo
que
mañana, al caer la tarde,
yo
estaré en el cielo.
Cuando
brille tu sangre,
cuando
te rompa el acero,
cuando
hayas hecho grande
a tu
verdugo, al torero,
subirás
conmigo, y en la noche,
con tus
finos cuernos,
cortaremos
sombras, juntos brillaremos,
besaremos
dehesas, encinas y cerros,
beberemos
en charcas,
yo,
toda de ti presa,
tú,
todo de mi preso.
Y desde
entonces la luna
luce en
el cielo dos cuernos.
Mª del
Carmen Prada Alonso
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