Paseo de Las ÚRSULAS

Paseo de Las ÚRSULAS
PASEO DE LAS ÚRSULAS(Salamanca).-Por José Luis Pérez Pablos

lunes, 31 de marzo de 2014

GABRIEL Y GALÁN.-Detalles de su vida y selección de poemas.

SU VIDA:
José María Gabriel y Galán nace en Frades de la Sierra, provincia de Salamanca, el 28 de junio de 1870, y muere en Guijo de Granadilla, provincia de Cáceres, el 6 de enero de 1905. Hijo de labradores, hizo con singular brillantez la carrera de Magisterio, que ejerció desde los dieciséis años en Guijuelo, pueblo de Salamanca, y en Piedrahita, pueblo de Ávila. El 26 de enero de 1898, en una iglesia de Plasencia, contraía matrimonio con Desideria García Gascón ("mi vaquerilla" como solía llamarla cariñosamente). A partir de ese instante, la vida del joven poeta cambia radicalmente, abandona su dedicación a la enseñanza, y se traslada al pueblo cacereño de Guijo de Granadilla, en donde toma la dirección y administración de una gran dehesa extremeña denominada "El Tejar", propiedad del tío de su esposa, dedicándose, en sus ratos de ocio, a la literatura. 
El nacimiento de su primer hijo inspira a Gabriel y Galán para componer el poema "El Cristu benditu" con el que inicia sus famosas Extremeñas en las que el empleo de la lengua vernácula, "el castúo", aroma y vivifica la musa del poeta. 
Con 35 años no cumplidos, a consecuencia de una pulmonía no curada, fallece nuestro joven poeta. Cuando murió, en plena gloria y juventud, era probablemente el poeta más leído de España. "Era más bueno, sencillo y sincero que sus mismos versos, con serlos éstos mucho...", afirma Federico de Onís. Según cuenta la tradición, cuando falleció el poeta, quisieron trasladar sus restos para que reposaran junto a los de su esposa. Los mozos de Guijo de Granadilla, enterados de ello, montaron guardia día y noche con sus viejas escopetas para evitar se llevaran los restos de aquel hombre a quien idolatraban. 
SU OBRA
A Gabriel y Galán le bastó una poesía, "El ama", premiada en los Juegos Florales de Salamanca (1901), para alcanzar las cimas del éxito. Preside el jurado del certamen el insigne rector de la universidad salmantina, pensador y poeta, Miguel de Unamuno, a partir de aquel momento, Unamuno y Gabriel Galán comienzan una asidua correspondencia epistolar. La crítica le saludó como lo que era un poeta de primer orden, capaz de sentir y de expresar las mil emociones de la vida campesina con un acento tan hondo como nadie lo había hecho entre nosotros hasta entonces. Supo cantar como nadie, la belleza del alma sencilla de los campesinos extremeños y salmantinos. Luego esa misma crítica, o la que inmediatamente le sucedió, se dedicó a buscarle puntos vulnerables y se puede decir que el juicio de los que se dan por enterados le es hoy totalmente adverso. Se le censura de ser demasiado ingenuo. Esto de la ingenuidad interpretado como defecto no deja de sorprender, censurándole también de no haber sabido salirse de las formas métricas consagradas -quintilla, redondilla, silva, romance-; lo cual no es exacto, porque, sin la variedad de un Rueda o de un Villaespesa, su versificación no cede en riqueza a la de cualquier otro poeta de su tiempo. 

           En 1902 triunfa en los juegos florales de Zaragoza, al año siguiente obtiene los galardones de la flor natural, en los juegos florales de Murcia, de Lugo y de Sevilla. Ese mismo año es premiado por el ayuntamiento de Guijo de Granadilla, con el galardón de Hijo Adoptivo del municipio. En el solemne acto, celebrado el 13 de abril de 1903, Gabriel y Galán recita su poema "Sólo para mi lugar", compuesto para la ocasión. 
Los argumentos de sus poemas están arrancados del vivir cotidiano. en los medios rurales: el viejo que da consejo a la moza casadera; el vaquerillo que llora el desvío de la zagala; el rentero que, mientras empuña la mancera del arado, va calculando las rentas que debe al terrateniente; y "el ama" que al morir ha llenado de luto la alquería.  Dice algún estudioso del poeta que “los versos de Gabriel y Galán huelen a tomillo y a cantueso recién cortado; a pan recién sacado del horno; a brazadas de mies que se acaba de segar; a leche recién ordeñada, a sudor campesino..."
El entronque de la producción poética de Gabriel y Galán responde tanto a la corriente romántica como al influjo de las obras de Campoamor y Núñez de Arce, caracterizándose por un nuevo enfoque de lo rural y aldeano, por un personal tratamiento del paisaje y por un acendrado carácter costumbrista.

            En la producción de Gabriel y Galán, hay dos aspectos distintos: los poemas escritos en castellano, que son los más y los redactados en dialecto extremeño. Al primero corresponden las series tituladas Castellanas, Nuevas Castellanas, Religiosas y Campesinas; al segundo, las agrupadas bajo el título de Extremeñas. Entre las Castellanas merecen citarse: "Lo inagotable", "Cuentas del tío Mariano", "Ganadero", "Mi montaraza", "Ana María" y, sobre todas, "El ama", que basta sola para prestigiar a un poeta. Algunas de las Extremeñas -"El Cristu benditu", "Varón", "El embargo"- se han hecho famosas con justo motivo.
Y como dijo el poeta: "Señor: no soy un juglar; / soy un sincero cantor / del castellano solar. / Canto el alma popular; / no tengo nombre, señor."
SU VISIÓN DE LA VIDA Y DE LAS GENTES:
Del largo poema "Solo para mi lugar" se entresacan algunas estrofas de plena vigencia, porque el lugar del Guijo de Granadilla, en esos momentos en que España estaba gobernada por un joven Rey, Alfonso XIII, al que el historiador Carlos Seco ha llamado "regeneracionista",  iba dirigido a todo el pueblo español, que vivía en anhelada esperanza. 
El ideario regeneracionista de Galán aspira al buen gobierno de una nación: buenos rectores, buenos alcaldes; ataca la desastrosa política nacional, exige buenos jueces, excelente cultura y educación cívica. 
Y... excelentes hombres y mujeres unidos por el bien común. Como regeneracionista hace mención a los decires del pueblo y también a los sentimientos nobles de los ciudadanos. El amor, la familia, la paz y la buena administración son el ideal de convivencia de un poeta que ha triunfado más por lo que dijo que por cómo lo dijo.
LA GUERRA SE CURA CON LA PAZ
 Siempre en paz y siempre unidos
os quisiera a todos ver!
¡Odiad esas luchas ruines
y esos empeños mezquinos
que llevan a malos fines
por detestables caminos!
¡Odiad esas divisiones
que a los pueblos desbaratan,
porque encienden las pasiones
y toda obra-buena matan!
Seguid mi honrado consejo,
porque pueblos divididos
dice un adagio muy viejo
que serán pueblos perdidos.
La guerra abate y quebranta,
la paz eleva e ilumina.
¡Todo la paz lo levanta!
¡Todo la guerra lo arruina!
Odiad a todo enemigo
de la paz y de la unión,
porque la guerra es castigo,
principio de perdición.
LOS DECIRES DEL PUEBLO
 Yo no soy más que un poeta
que vuestros hondos sentires
enamorado interpreta
con vuestros propios decires.
Yo no hago más que cantares
que pintan vuestros amores,
la paz de vuestros hogares,
la hiel de vuestros dolores.


 BUENA ADMINISTRACIÓN

 Gozan los pueblos honrados
riqueza y prosperidades
si están bien administrados
por buenas autoridades.


 
SELECCIÓN DE POESIAS
I LAS REPÚBLICAS(fragmento)
He admirado el hormiguero
cuando henchían su granero
las innúmeras hormigas.
He observado su tarea
bajo el fuego que caldea
la estación de las espigas.

Esquivando cien alturas
y salvando cien honduras,
las conduce hasta las eras
un sendero largo y hondo
que labraron desde el fondo
de las lóbregas paneras.

Y en hileras numerosas
paralelas, tortuosas,
van y vienen las hormigas...
La vereda es dura y larga,
pesadísima la carga
y axfisiantes las fatigas;

mas la activa muchedumbre
sobre el hálito de lumbre
que la tierra reverbera,
senda arriba y senda abajo,
se embriaga en el trabajo
que le colma la panera.
Son comunes los quehaceres,
son iguales los deberes,
los derechos son iguales,
armoniosa la energía,
generosa la porfía,
los amores fraternales.

Si rendida alguna obrera
por avara no subiera
con la carga la alta loma,
la hermanita más cercana,
con amor de buena hermana,
la mitad del peso toma.

Nadie huelga ni vocea,
nadie injuria ni guerrea,
nadie manda ni obedece,
nadie asalta el gran tesoro,
nadie encienta el grano de oro
que al tesoro pertenece...

Esta vida que vivimos
los que reyes nos decimos
de este mundo engañador,
no es la vida sabia y sana...
¡Ay! La república humana
me parece la peor!..
.

SIBARITA
¡A mí n'ámas me gusta
que dali gustu al cuerpo!
Si yo fuera bien rico,
jacía n'ámas eso:
jechalmi güenas siestas
embajo de los fresnos,
jartalmi de gaspachos
con güevos y poleos,
cascalmi güenos fritis
con bolas y pimientos,
mercal un güen caballo,
tenel un jornalero
que to me lo jiciera
pa estalmi yo bien quieto,
andal bien jateao,
jechal cá instanti medio,
fumal de nuevi perras
y andalmi de paseo
lo mesmo que los curas,
lo mesmo que los médicos...
Si yo fuera bien rico,
jacía n'ámas eso,
¡que a mí n'ámas me gusta
que dali gustu al cuerpo!
LA JURDANA
IEra un día crudo y turbio de febrero
que las sierras azotaba
con el látigo iracundo
de los vientos y las aguas...
Unos vientos que pasaban restallando
las silbantes finas alas...
Unos turbios, desatados aguaceros,
cuyas gotas aceradas
descendían de los cielos como flechas
y corrían por la tierra como lágrimas.
Como bajan de las sierras tenebrosas
las famélicas hambrientas alimañas,
por la cuesta del serrucho va bajando
la paupérrima jurdana...
Lleva el frío de las fiebres en los huesos,
lleva el frío de las penas en el alma,
lleva el pecho hacia la tierra,
lleva el hijo a las espaldas...
Viene sola, como flaca loba joven
por el látigo del hambre flagelada,
con la fiebre de sus hambres en los ojos,
con la angustia de sus hambres en la entraña.
Es la imagen del serrucho solitario
de misérrimos lentiscos y pizarras;
es el símbolo del barro empedernido
de los álveos de las fuentes agotadas...
Ni sus venas tienen fuego,
ni su carne tiene savia,
ni sus pechos tienen leche,
ni sus ojos tienen lágrimas...
Ha dejado la morada nauseabunda
donde encueva sus tristezas y sus sarnas,
donde roe los mendrugos indigestos,
de dureza despiadada,
cuando torna de la vida vagabunda
con el hijo y los mendrugos a la espalda,
y ahora viene, y ahora viene de sus sierras
a pedirnos a las gentes sin entrañas
el mendrugo que arrojamos a la calle
si a la puerta no lo pide la jurdana.

II

¡Pobre niño! ¡Pobre niño!
Tú no ríes, tú no juegas, tú no hablas,
porque nunca tu hociquillo codicioso
nutridora leche mama
de la teta flaca y fría,
álveo enjuto de la fuente ya agotada.
Te verías, si te vieras, el más pobre
de los seres de la tierra solitaria.
No envidiaras solamente al pajarillo
que en el nido duerme inerte con la carga
de alimentos regalados
que calientan sus entrañas,
envidiaras del famélico lobezno
los festines que la loba le depara,
si en la noche tormentosa con fortuna
da el asalto a los rediles de las cabras...
Estos días que en la sierra se embravecen,
por la sierra nadie vaga...
Toda cría se repliega en las honduras
de cubiles o cabañas,
de calientes blandos nidos
o de enjutas oquedades subterráneas.
Tú solito, que eres hijo de un humano
maridaje del instinto y la desgracia,
vas a espaldas de tu madre recibiendo
las crüeles restallantes bofetadas
de las alas de los ábregos revueltos
que chorrean gotas de agua.
Tú solito vas errante
con el sello de tus hambres en la cara,
con tus fríos en los tuétanos del cuerpo,
con tus nieblas en la mente aletargada
que reposa en los abismos
de una negra noche larga,
sin anuncios de alboradas en los ojos,
orientales horizontes de las almas

III

Por la cuesta del serrucho pizarroso
va bajando la paupérrima jurdana
con miserias en el alma y en el cuerpo,
con el hijo medio imbécil a la espalda...
Yo les pido dos limosnas para ellos
a los hijos de mi patria:
¡Pan de trigo para el hambre de sus cuerpos!
¡Pan de ideas para el hambre de sus almas!
LA CENEFICA
Yo no sé explicalo
porque a mi se me enrea la lengua
con esas palabras que train los papelis
dendí las ciudaes dondí los imprentan;
pero he comprendío
que la reina la ha dao a Plasencia
una cosa asina
como una «Cenéfica»,
que es aspecia de un premio mu fino,
porque jué mu güena
cuando los soldaus
vinon de la guerra.
Yo no pueo explical lo que es eso
que ha dau la reina;
pero no habrá ciudá en toa España
que más lo merezca.
Que lo igan, si no, Juan Berruga,
Goriu el de tía Petra,
Gelipí el Coneju
y el mediano de tía Macarena.
Cuando los yanquisis
mos robaron las tierras aquellas,
p'allá estuvon éstos
pasando las penas.
N' más que de oílos contal sus trabajos
se queaba aginao cualisquiera.
¡Me caso en la luna,
qué jielis tan negras,
qué ajogos tan grandis,
qué vía tan perra
se pasaron los cuatro enfelicis
qn tan güenus eran!
Aquí se quearon
toas sus querencias,
aginás las madres y cuasi perdía
la miaja e jacienda,
que no da ni siquiá pa los pagos
cuantis que se afloja de bregal en ella.
Aquí, sin sabersi
si muertos ya eran
pa rezali siquiá un Padrinuestro
u jechali un responso en la iglesia,
y ellos, mentris tanto
pasando miserias,
sufri que te sufri,
pena que te pena,
rabia que te rabia,
brega que te brega...
Cuasi esnúos y muertos de jambri,
con el jato a cuestas,
¡vengas días sin miaja e descanso
y nochis de vela,
con el alma afligía de ansionis,
con el cuerpu jechito una breva
y la vía prendía de un jilo
abocaos cá instante a perdela!
¡Asín se quearon
como sanguijuelas!
Paecía mentira
que ellos mesmos jueran
los que andaban p'aquí más alegris
que unas pascualejas,
sanos, respingonis,
coloraos y llenos de juerza.
Daba gustu velos
cargal las janegas,
estronchal de tres golpis un leño
con la segureja,
amarral los novillus a uña,
tiral a la barra los días de fiesta.
Y vínon transios
con el propio colol de la cera,
sin ganas de groma,
sin chispa de juerza
y dañaos de adentro los cuatro,
que al miralos doblaba las penas.
No traian ni un probi remúo,
ni siquiá una perra
pa mercal boticas
u jacel una miaja merienda..
¡Juy, cómo llegaron
los cuatro a Plasencia!
¡Cascan todos si no ven tan prono
la quería ciudá de su tierra!
Unos siñoronis
que viven en ella
los estaban al tren esperando.
¡Qué gentí más güena¡
¡Juy, Dios mio, si tos los señoris
juesin en el mundo como aquellos eran!
¡Juy, Dios mío, si toas las ciudades
se golviesen igual que Plasencia!
A tós los jeríos
los curaban con cosas bien güenas,
y tenían también camas finas
p'acostal los maletos en ellas.
Llamaban un méico
pa que allí los viera,
y le daban caldos
de güenas pucheras,
y le icían también muchas cosas
pa quitalí una miaja la pena.
Y a los sanos tamién los trataban
con delicaezas,
y les daban tabaco y licoris
de esos güenos que tanto calientan.
Bien lo puede Plasencia decilo,
que si no es por ella,
más de cuatro sin ver a su madrí
cascan de cansera.
¡Qué bien jecho está eso que dicin
que jaci la reina
de dali esa cosa
que llaman «Cenéfica»,
porque no habrá ciudá en toa España
que más lo mereza!
!Juy, si tós las siñoris del mundo
como aquéllos jueran!
¡Juy, si juesin también las ciudades
igual que Plasencia!...

¡Vivan los soldados!
¡Viva nuestra tierral
¡Vivan los señoris!
¡Viva la «Cenéfica»!
VAMOS A ESPERARLOS
¡Dichosos los niños
que tienen caballo,
que es tener la dicha
de ser Reyes Magos!
¡Dichoso vosotros
que vais a esperarlos,
pues por tantos Reyes
seréis visitados!
Ya vienen, ya llegan...
¡Y cuántos! ¡Y cuántos!
¿Cómo habrá en Oriente
tierras y vasallos,
mantos y coronas,
tronos para tantos?
¡Qué trajes tan ricos!
¡Qué hermosos caballos!
¡Y qué pequeñuelos
estos Reyes Magos!
¿Pequeños he dicho?
Pues dije un pecado;
¡no hay Reyes más grandes
que esos de ocho años!
No traen escuadrones
de bravos soldados,
ni orgullo en el pecho,
ni sangre en las manos,
ni órdenes terribles
brotan de sus labios,
ni al de la victoria
trepidante carro
míseros vencidos
traen encadenados.
Soldados de plomo,
risas en los labios,
amor en el pecho,
dulces en las manos...
¡Eso es lo que traen
estos Reyes Magos
que se dieron cita
para conquistarnos!
De Oriente vinieron,
vinieron mandados
por aquel Rey Niño
que a los hombres malos
con el arma sola
de Amor ha ganado.
¡Esos son los Reyes
que tendrán vasallos
como el mar arenas,
y la selva ramos,
y estrellas los cielos
y espigas los campos!
¡Vamos con vosotros,
vamos a esperarlos!
Todos esos Reyes
de otro son vasallos,
de otro que les manda
que vengan a daros
dulces y juguetes,
y besos y abrazos.
¡Que vengan, que vengan,
que van a enseñarnos
que ellos y vosotros
de Amor sois vasallos,
¡vasallos de Cristo,
que es de Amor dechado!
¡Dichosos los niños
que tienen caballo,
que es tener la dicha
de ser Reyes Magos!
¡Dichosos vosotros,
que vais a esperarlos,
que es ir a un convite
de dulces y abrazos!
EN LA MAJADA
(Coro de vaqueros)
VAQUEROS
La alborada,
la alborada, la alborada va a venir.
No se puede con el frío de la helada
dormir.
¡No se puede dormir!
Se mete hasta los tuétanos
el húmedo relente
y el filo del carámbano
parece que se siente
por la carne dolorida penetrar.
Se hielan en los párpados
las gotas de rocío,
las mantas empandéranse
y no quitan el frío;
este frío que nos hace tiritar.
MAYORAL
¡Arriba, muchachos!
¡Que va a amanecer
y al chozo hoy los amos
nos vienen a ver!
VAQUEROS
La alborada,
la alborada por allí despuntará.
Ya la luna, melancólica, borrada,
se va;
¡ya la luna se va!
Pusiéronse ya pálidos
el carro y las cabrillas;
ya cantan en los árboles
las tontas abubillas
la temprana monorrítmica canción.
Calláronse los cárabos,
y braman los becerros;
las vacas, levantándose,
sacuden los cencerros,
que resuenan como notas de un bordón.
¡Dolón! ¡Dolón!
¡Dolón! ¡Dolón!
MAYORAL
¡Aprisa, muchachos
que va a clarear,
y ya están las vacas
queriendo marchar!
VAQUEROS
La alborada,
la alborada por allí ya despuntó.
Su venida la alegría en la majada
vertió.
¡La alegría vertió!

Las vacas, relamiéndolos,
sus chotos amamantan;
allá en las vegas húmedas,
las nieblas se levantan
y transponen de las cúspides a ras;
la escarcha de los árboles
el sol va derritiendo,
y al suelo en puras lágrimas,
deshechas van cayendo
con monótono dulcísimo compás.
¡Tas! ¡Tas!
¡Tas! ¡Tas!
Y a la vaca más lechera,
que llamándonos espera,
desde que al choto se acercó
asaltamos de costado,
el becerro por un lado,
por el otro lado, yo.
Y espumosa,
mantecosa,
bienoliente,
sabrosa,
bullente,
jugosa,
caliente,
cual finísimo riel
de la ubre va fluyendo
y en la cuerna va cayendo
espumando,
chispeando,
humeando,
leche dulce como miel...
A PLASENCIA
Toda ciudad es dichosa
si tiene historia gloriosa,
bellos campos, cielo hermoso,
vida honrada y laboriosa,
puro instinto religioso.
Sabios hombres que admirar,
joyas de arte que lucir,
bellas mujeres que amar,
patriotismo que sentir
y caridad que imitar.
¡Vieja ciudad de los Fueros!
Tu historia cuenta legiones
de gentiles caballeros,
sapientísimos varones
y denodados guerreros.
Tus bellos alrededores
sembró la Naturaleza
de cuadros multicolores,
contrastes encantadores
que hacen mejor tu belleza.
Y eriales tienes baldíos,
y olivares pintorescos,
y peñascales bravíos
y edénicos huertos frescos,
y precipicios sombríos,
y una vega amena y grata
que riega amoroso el Jerte,
cuya corriente de plata
parece que se dilata
por si en ella quieres verte.
Plasencia: para expresarte
lo deliciosa que eres,
bastaba con recordarte
tus bellísimas mujeres,
tus maravillas del arte.
Plasencia: tu historia honrosa
me ha dicho que eres gloriosa,
y mis ojos al mirarte
me dicen que eres hermosa,
que eres digna de cantarte.
Mas yo no sé si hoy tu vida
es la vida indiferente
de todo pueblo suicida,
o es vida sana y potente
de ricas savias henchida.
No sé si tú los tendrás,
pero supongo que sí,
pues no tan loca serás,
que ignores adónde vas
o mueras dentro de ti.
Pueblo que duerme es suicida,
y yo no puedo creer
que estés pasando la vida
lánguidamente dormida
sobre tus glorias de ayer.
Pueblo que tiene tu historia
debe estar siempre despierto,
y fresco está en la memoria
el recuerdo de una gloria
que dice que tú no has muerto.
¡Vieja ciudad de los Fueros!
Sin alardes pregoneros,
han dicho bien lo que eres
tus patriotas caballeros,
tus compasivas mujeres.
¡Plasencia! La lira oscura
de un rimador sin grandeza
no intentará la locura
de ensalzar tanta nobleza,
de cantar tanta hermosura.
¡Plasencia: bien has ganado
tu derecho de vivir!
Tienes glorioso pasado,
tienes un presente honrado:
¡Dios te dé buen porvenir!
EL EMBARGO
Señol jues, pasi usté más alanti
      y que entrin tos esos,
      no le dé a usté ansia
      no le dé a usté mieo...
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s'ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
      que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
      y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
      ya me está sobrando,
      ya me está gediendo!
Embargal esi sacho de pico,
y esas jocis clavás en el techo,
      y esa segureja
      y ese cacho e liendro...
¡Jerramientas, que no quedi una!
     ¿Ya pa qué las quiero?
Si tuviá que ganalo pa ella,
¡cualisquiá me quitaba a mí eso!
Pero ya no quio vel esi sacho,
ni esas jocis clavás en el techo,
      ni esa segureja
ni ese cacho e liendro...
¡Pero a vel, señol jues: cuidaíto
      si alguno de ésos
es osao de tocali a esa cama
      ondi ella s'ha muerto:
la camita ondi yo la he querío
cuando dambos estábamos güenos;
la camita ondi yo la he cuidiau,
la camita ondi estuvo su cuerpo
      cuatro mesis vivo
      y una nochi muerto!
¡Señol jues: que nenguno sea osao
de tocali a esa cama ni un pelo,
      porque aquí lo jinco
      delanti usté mesmo!
      Lleváisoslo todu,
      todu, menus eso,
      que esas mantas tienin
      suol de su cuerpo...
¡y me güelin, me güelin a ella
      ca ves que las güelo!...

MI VAQUERILLO

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara...
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas...
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cualdo el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!...
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!...
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!...
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras...
Y le dije que sí, que era horrible...,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico... ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas...
¡San Antonio bendito las guarda!...
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada...
A_S.M._EL_REY

Señor: No soy un juglar;
soy un sincero cantor
del castellano solar.
Canto el alma popular;
no tengo nombre, señor.

Por eso, porque un oscuro,
porque un sincero es quien canta
y no un cortesano impuro,
oiréis el de mi garganta
canto llano, pobre y duro.

Más placerá a vuestro oído
el débil trinar sentido
del pájaro del erial
que el resonante graznido
del hueco pavo real.

Señor: si en ese sagrado
solar de español sentir
han ante vos ocultado
con luz de vivir dorado
sombras de negro vivir,

mintió la vieja embustera
que llaman cortesanía...
¡Mejor a su rey sirviera
si, en bien de la Patria mía,
verdad a su rey dijera!

No sé con reyes hablar;
mas, bien podréis perdonar
que yo platique con vos
tal como en son de rezar
platico de esto con Dios.

Estáme la fe enseñando
y estáme el amor diciendo
que todo se toma blando
a nuestro Dios invocando
y a nuestro rey requiriendo.

Que Dios corona a los reyes
para que a mundos mejores
lleven innúmeras greyes,
mejor que atadas con leyes,
sueltas en cursos de amores.

Señor: en tierras hermanas
de estas tierras castellanas,
no viven vida de humanos
nuestros míseros hermanos
de las montañas jurdanas.

Señor: no oigáis las canciones
de las doradas sirenas,
que solo cantan ficciones...
¡Los más grandes corazones
son los que arrostran más penas!

Dolor de cuantos los vieren,
mentís de los que mintieren,
aquí los parias están...
De hambre del alma se mueren,
se mueren de hambre de pan.

Hasta este monte eminente
donde rimo mis cantares
sube famélica gente
que mis modestos manjares
devora violentamente...

Tanta pena he contemplado
que unas veces he llorado
con llanto de compasión,
y otras mi voz han velado
gemidos de indignación.

Porque infama la negrura
de la siniestra figura
de hombres que hundidos están
en un sopor de incultura
con fiebre de hambre de pan.

Limosna de un rey cristiano
es manantial soberano
de grande consolación...
Mas nunca llega la mano
donde llega el corazón.

La Patria es madre amorosa
que hace milagros de amores...
¡Tienda una mano piadosa
que disipe los horrores
de esta visión afrentosa!

Señor: no soy un juglar.
Yo nunca rimo un cantar
si no me lo pide amor.
La Patria me hizo vibrar...
¡Patria sois también, señor!
A UN RICO

(Soneto)

¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.
Si el dinero que das al pordiosero
te lo dio tu sudor, te has sublimado;
si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
si es un robo, ¿qué das, mal caballero?
Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.
Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre,
y tú no querrás ser menos que un lobo.
EL CRISTU BENDITU
I
¿Ondi jueron los tiempos aquellos,
que pue que no güelvan,
cuando yo jui presona leía
que jizu comedias
y aleluyas también y cantaris
pa cantalos en una vigüela?
¿Ondi jueron aquellas cosinas
que llamaban ilusionis y eran
a'specie de airinos
que atontá me tenían la mollera?
¿Ondi jueron de aquellos sentires
las delicaezas
que me jizun llorar como un neni,
de gustu y de pena?
¿Ondi jueron aquellos pensaris
que jacían dolel la cabeza
de puro lo jondus
y enreäos que eran?
Ajuyó tuito aquello pa siempre,
y ya no me quea
más remedio que dilme jaciendo
a esta vía nueva.
¡Ya no güelvin los tiempos de altoncis,
ya no tengo ilusionis de aquellas,
ni jago aleluyas,
ni jago comedias,
ni jago cantaris
pa cantalos en una vigüela!
II

Pensando estas cosas,
que me daban ajogos de pena,
una vez andaba por los olivaris
que le ermita del Cristu roëan.
Triste y aginao,
de la ermita me jui pa la vera;
solitaria y abierta la vide
y entrémi por ella.
Con el alma llenita de jielis,
con el pecho jechito una breva
y la cara jaciendo pucheros
lo mesmito que un niño de teta,
juime ampié del Cristu,
me jinqué en la tierra,
y jaciendo la crus, recé un Creo
pa que Dios quisiera
jacelme la vía
una miaja tan sólo más güena.
¡Qué güeno es el Cristu
de la ermita aquella!
Yo le ije, dispués de rezali:
-¡Santu Cristu, que yo tengo pena,
que yo vivo tristi
sin sabel de qué tengo tristeza
y me ajogo con estos ansionis
y este jormiguillo que me jormiguea!
¡Santu Cristu querío del alma!
Tú pasastis las jielis más negras
que ha podido pasal un nacío
pa que tos los malos güenos se golvieran;
pero yo sigo siendo maleto
y a Ti te lo digo lleni de velgüenza
pa que me perdonis
y me jagas entral en verea.
Tú, que estás en la Crus clavaíto
pol sel yo maleto, quítame esta pena
que aentru del pecho
me escarabajea!...
¡Jalo asina, que yo te prometo
jacelmi bien güeno pa que Tú me quieras!
III

¡Qué güeno es el Cristu
de la ermita aquella!
Pa jacel más alegri mi vía,
ni dineros me dio ni jacienda,
polque ice la genti que sabi
que la dicha no está en la riqueza.
Ni me jizu marqués, ni menistro,
ni alcaldi siquiera,
pa podel dil a misa el primero
con la ensinia los días de fiesta
y sentalmi a la vera del cura
jaciendu fachenda.
¡Pa esas cosas que son de fanfarria
no da nada el Cristu de la ermita aquella!
Pero aquel que jaciendo pucheros
se jinqui en la tierra,
y, dispués de rezali, le iga
las jielis que tenga,
que se vaiga tranquilo pa casa,
que ha de dali el Cristu lo que le convenga.
A mí me dio un hijo
que päeci de rosa y de cera,
como dos angelinos que adornan
el retablo mayol de la inglesia.
Un jabichuelino
con la cara como una azucena,
una miaja teñía de rosa
pa que entávia más guapo paeza.
A mí me entonteci
cuando alguna risina me jecha
con aquella boquina sin dientis,
rëondina y fresca,
que paeci el cuenquín de una rosa
que se jabri sola pa si se la besa.
¡Juy, qué boca tan guapa y tan rica!
¡Paeci de una tenca!
A vecis su madri
en cuerinos del to me lo quea,
se poni un pañali tendío en las sayas
y allí me lo jecha.
¡Paeci un angelino
de los de la inglesia!
Yo quería que asín, en coretis,
siempre lo tuviera;
y cuando su madri vüelvi a jatealo,
le igo con pena:
-Éjalo que bregui,
éjalo que puéa
raneal con las piernas al airi
pa que críe juerza.
¡Éjalo que se esponji un ratino,
que tiempo le quea
pa enliarsi con esos pañalis
que me lo revientan!
¡Éjamelo un rato
pa que yo lo tenga
y le jaga cosinas bonitas
pa que se me ría mientris que pernea!
¡Que goci, que goci,
to lo que asín quiera;
que pa jielis, ajogos y aginos
mucho tiempo quea!
¡Éjamelo pronto pa zarandealo!
Éjame el mi mozu pa que yo lo mezca,
pa que yo le canti,
pa que yo lo duerma
al ton de las guapas
tonás de mi tierra,
continas y dulcis
que päecin zumbíos de abeja,
ruíos de regato,
airi de alamea,
sonsoneti del trillo en las miesis,
rezumbal de mosconis que vuelan
u cantal dormilón de chicharra
que entonteci de gusto en la siesta
¡Miale cómo bulli,
miale cómo brega,
miale cómo sabi
óndi está la teta!
Si conocis que tieni jambrina
dali una gotera
pa que prontu se jaga tallúo
y amarri los chotos a puro de juerza.
¡Miali qué prontino
jizu ya la presa!
¡Miali cómo traga; mia qué cachetinos
mientris mama en el pecho te pega!
¡Mia que arrempujonis da con la carina
pa que salga la lechi con priesa!
¡Asín jacin también los chotinos
pa que baji el galro seguío y con juerza!
Ya se va jartando. ¡Mia como se ríe,
miale cómo enrea!
Jasta el garguerino
la lechi le llega,
porque va poniendo cara de jartura
y el piquino del pecho ya eja.
Quítalo en seguía pa que no se empachi
y trai que lo tenga
¡Clavelino querío del güerto!,
ven que yo te quiera,
ven que yo te canti,
ven que yo te duerma,
al ton de las guapas
tonás de mi tierra,
pa que pueas cantalas de mozo
cuando sepas tocal la viguela.
¡Venga el mi mocino,
venga la mi prenda!
Ven que yo te besi
con delicäeza,
ondi menos te piquin las barbas
pa que no te ajuyas cuando yo te quiera,
ni te llorin los ojos, ni arruguis
esa cara más fina que sea,
ni te trinquis p'atrás enoiao
si tu padri en la boca te besa...
IV

Muier, ¡mia qué lindu
cuando ya está dormío se quea!
¿Tú no sabis por qué se sonríe?
Es porque se sueña
que anda de retozus con los angelinos
en la gloria mesma...
¡Qué guapo es mi není!
¡Ya no tengo pena!
¡Qué güeno es el Cristu
de la ermita aquella!
EL AMA
(fragmento)

Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Y fui como mi padre, y fue mi esposa
viviente imagen de la madre muerta.
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!

Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
la patria idolatrada,
la casa solariega,
con la heredada historia,
con la heredada hacienda.
¡Qué buena era la esposa
y qué feraz mi tierra!
¡Qué alegre era mi casa
y qué sana mi hacienda,
y con qué solidez estaba unida
la tradición de la honradez a ellas!

Una sencilla labradora, humilde,
hija de oscura castellana aldea;
una mujer trabajadora, honrada,
cristiana, amable, cariñosa y seria,
trocó mi casa en adorable idilio
que no pudo soñar ningún poeta.



























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