Doler, clamar
en ese laberinto cercano
que divide tu mundo
para que los súcubos
entonen himnos
y la muralla caiga
sobre la voz de todos
y la ciudad encoja
su plegaria
para morir en siempre
donde tus pasos
aun perduran de luz
entre las voces
pero ya no sostienen
ni leyenda ni fuerza.
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