Respiro cipreses
y tañires de
campanas,mientras la piedra
calienta mi carne.
Me dejo mirar sin
pudor
por los ojos
amarillos
que lo ven todo,
escondidos bajo las
coronillas
que los beatifican.
Siento en mis dedos
jugar
alientos de siglos
que ya no son,
que sucumbieron
atrapados
en muertes y ferias.
Me aroma el incienso
del silencio
que se desmaya sobre
mi piel,
y me unto avariciosa
en los óleos que
manan
del momento sublime.
Detengo la diáspora
del chorro mutilado
de mis esperanzas,
y acaricio las
crines sedosas
del instante que
ansío perpetuo,
burlándome de las
sombras
que, durante
segundos,
he alejado de mí,
con la osadía de
una victoria
que sé, efímera.
Mª Carmen
Prada Alonso
Al menos un momento de paz.
ResponderEliminarAbrazo