Aquí
estamos
de vuelta,
a la vuelta,
recauchados.
Como jirón
estrafalario
de cometas
sucedidas
por el laberintico
impacto
con la
nada:
aludo a mí,
bolsón nocturno
de manchas más negras
que el oro nauseabundo
de la esclavitud.
Alacena de
indecibles muertes homicidas
(muertes
que acuchillan cualquier intento de simbolismo,
que
acometen en el nombre de fabulas asustadizas, con
plomizo espectáculo
esculpido a fuego).
Aquí marcho
y soy como
un bosque quemado en sus sentidos;
alma que
fue tocada por todo lo que se abandona.
Una flor,
una bulliciosa flor imposible,
esbelta cual
sortija de espejos
vociferantes.
Igual
regreso
igual apuro
el ruido cascado del rocío.
La nada
otra vez
(visto el suéter
rojo de un rostro turbulento).
La nada es
un pastizal.
La nada
acaricia el estómago…
Jimmy Valdez Osaku
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