LAS GRANDES CIUDADES PRODUCEN DIARREA ESPIRITUAL.Por Ignacio Bellido

Complicado esto de pasear
por las grandes ciudades,
no puedes mantener la linea recta
ni llevar un ritmo acompasado,
se te cruzan todos los especímenes
con bicis,  patines,  despistes
y paradas inoportunas;
y has de zigzaguear,
y si el recorrido es largo
puedes terminar como un manojo de espinas
clavadas en la parte externa de la sensibilidad.
Luego está la anomia,
ni una sonrisa,  ni una cara conocida.
Hubo un tiempo en que me dedicaba a saludar a todo el mundo
y lo acompañaba de una sonrisa ecuménica,
pero un día un señor de bigote enaltecido
me advirtió que no aceptaba burlas,
que  nunca nos habiamos acostado juntos,
y que de seguir así acabaría en la zona de los despropósitos.
Mal
muy mal
muy insolidario el tiporrote este.
Pero ya me cohibió
y ahora paseo con la cabeza erguida
y gesto enfurruñado,como de odio, sin odiar.
Posiblemente de esta guisa, también termine en cuarentena
pero al menos ya no participo de lo inamovible.
Las grandes ciudades producen diarrea espiritual,
y lo digo sin ningún respeto al inodoro.