LA HORA
Y es verdad que nos
iremos,
que tenemos los días
contados
mientras las prostitutas
dibujan geografías,
miles de ojos pasan hambre
y hay tanto sueño en el
asfalto
de la ciudad que alimenta
nuestro coma.
Esta tarde herida te lo
cuento
como quien lee los
honestos albaranes
de una costumbre hincada
en tierra firme,
mientras tú estás a mi
lado
exterminando caminos y
balcones
y no pasa nadie cerca
porque todos
pusieron su vida en otra
apuesta.
Me duelen las manos de
tanto
acariciarte el pelo en voz
baja,
como si al proclamar mi
sed fueses a huir
con una manojo de espigas
en la boca.
Madrid es un silencio
hecho pisadas
donde vienen a dormir los
perdedores
y caen los neones como
muertos
junto a la calle que te
ama y me absuelve
de tanto gritar rogando
sitio.
Voy a pedirte cita por si
acaso
con algún vendedor de
vanidades.
Tienes tiempo, mi amor,
aprovecha
cuando yo estoy mirando la
penumbra
que me toca por biológico
mandato.
Para que me entiendas: te
estoy diciendo
que busques a Dios en otro
hombre.
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