Estalló mi cerebro, voló como baba sarnosa,
como costra liquida impactada por la nada. En el aire transita la suma gris de
aquel momento; quedando sin sentido el torrente ambarino de indómitos presagios
seculares.
Estalló mi ser, los gajes boquiabiertos del tálamo
(concavidades, prisiones) islas y abecedarios levantadas en armas; balandras
pesqueras, solemnidades de artificios, los bruscos advenimientos de lo
inconsolable.
Voló como hongo, como atómica fisura crepuscular
vista desde un bunker. Estalló en las manos, en el libro abierto de extrañas
nomenclaturas numerales. Era mi cerebro, era mi carne medular, el rostro
ineludible del incendio.
Estalló mi cerebro, voló a las charcas de
renacuajos, a los acantilados, al hundido artefacto de la persistencia. Se ha
hecho redil, se ha convertido en escamas de relámpago, en hiedra enroscada en
las elegías de lo futuro; en pócima que aletea al cielo, a cualquier cielo,
desde su noche.
Jimmy Valdez Osaku
Ridgewood, NY
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