En un encuentro,
sobre las alas de tu presencia,
sin dejar que el sostenido
pueda rendirse en la llegada,
pueda rendirse en la llegada,
y que el mar que te conforma,
sea complemento de una unión
sobre el canto de la amatista.
Muero,
con la daga perdida
en la parte invisible de mis sentimientos,
en la parte invisible de mis sentimientos,
al saber que no hay luz,
que no hay distancia,
que tan solo en tus pétalos
vibra el canto de la libélula
que acaba su recuerdo
que acaba su recuerdo
en las ondas de un lago,
que la proclama albacea
de su secreto
y la mima para que sea presencia
en el instante en que mi deseo pierde tu imagen
que se aleja...
que se aleja...
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