No,
no puede ser la sombra culpable
de que el sol rompa las ramas
de los arbustos honestos.
A veces la palabra
desmedida quiebra
los cuerpos de pureza
en sus abrazos.
Hoy no te he esperado en la avenida
de las gentes.
Has de saber de mi en otros lugares,
poner tus manos
en el resto de mis llagas
para saber que no soy salvador.
Testigo al menos
que anuncia su presencia
las tardes de inquieta lluvia.
o cuando los salmos
doblan su contenido de silencio
para mantener ilusiones.
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