No es posible que las lágrimas
formen una corola
junto al cuerpo del hijo que acude.
Ha llegado el misterio
que solo puede entenderse
junto a las trébedes de hogar
o entre los brazos del Cristo
que vigila la entrada.
Esta llaga de hundimiento
se mantiene en los días,
a lo largo de siglos,
en espacios intemporales,
en la inocencia de humanos
que corren sin sabiduría
aventando sus cuerpos en la leyenda.
En este momento de densidad
hemos de guardar silencio
sin poder aliviar tampoco con la muerte
la gran ausencia de llegada.
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