Eduard Munch
Voraz e infausta es esta hebra tranzada al miedo, este
recinto de perenne abismo que se esculpe
a tajos en lo más íntimo de la médula. Letra acantilada como un cepo sin
vestigios futuros, ahogo de usadas
espermas en la ración diaria de recuerdos.
Me corrompo, pudro hasta el final escalofriante; no soy más que la
nauseabunda sustancia exasperada: abro la boca y grito.
Herrumbre para
erigir un hombre vivo
Siendo yo en la margen, sentado sobre el lomo de
concreto de una verja, tan puesto ahí que pareciera un fantasma en el ocaso del
día, más pobre que de costumbre, de espalda a las tarjas de granito negro,
ensimismado en la desolación que son las penas, me aprecié con esa sensación
del que ha cruzado a la otra acera y con el rabillo del olfato divisa lo
indigente: un hombre con la cabeza baja absorto en su sombra.
Y no importa, nadie camina hasta abrir en mis ojos sus
pasos. La tarde divide en dos mi posición de cementerio, el sol ha sido gris
desde que llovió, emerge como raíz de un puño...
A ciertas horas,
a tan temprana ceguera, apenas
tengo vertebras que laten. Me abruma la
sonrisa del espectáculo.
Jimmy Valdez
Ridgewood, NY
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