LAS HOGUERAS
DE SAN JUAN
A
mis padres Juan y Julia.
Aún me veo, cogido a sus
manos,
disfrutando de esta tradición
en la
Plaza Mayor de La Alameda de
Gardón
(Salamanca).
Recuerdo, siendo yo niño,
el día antes de San Juan,
a la gente, con sus
carros,
salir al monte a buscar
lavándulas y tomillos
por la zona de Argañán.
Y los mozos apilaban,
en todas las bocacalles,
el tomillo y la lavanda,
colmando de aroma el aire.
A las doce de la noche,
mandaba la tradición,
prender todas las hogueras
para honrar a su Patrón.
Pronto el fuego se avivaba
haciendo arder los
tomillos
y, al son del
chisporroteo,
danzábamos los
chiquillos.
Un denso olor perfumado
se percibía en el
ambiente
y en gran corro,
alrededor,
se congregaba la gente.
Cuando las llamas cesaban
y quedaban los rescoldos,
los jóvenes se animaban
a saltar la hoguera,
todos.
El primero y más osado
que se atreviese a saltar,
recibía de los presentes
una ovación singular.
Y después, uno tras otro,
cumplía con la tradición
de saltar cuantas hogueras
hubiese por su Patrón.
Así recorrían el pueblo,
tan pronto aquí como
allá;
el pantalón chamuscado
pero… ¡Eso daba igual!
En la Noche de San Juan,
en ambiente tan festivo,
se saltaban las hogueras
de lavándula y tomillo.
Y cantábamos a coro:
-¡A saltar!... ¡A
saltar!...
las hogueras de San Juan;
los de adelante la saltan,
los de atrás se quemarán.
¡A saltar!... ¡A
saltar!...
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