ROMANCE A MI PADRE
(1.985)
Firme
la mirada azul,
alta
la noble cabeza,
prieta
la boca en el rezo
de
adiós a su amada tierra,
besole
el viento la cara
por
dejarle olor a siega
y
el río quedose quieto
para
contemplar su pena.
Ya
murieron padre y madre,
ya
nada en el pueblo queda,
que
lo poco que tenía
lo
amontonó en la maleta
por
ir a buscar futuro,
por
hacer mañanas nuevas
que
le quitaran el hambre,
el
dolor y la miseria.
Empezó
su nueva vida
en
las faldas de la Iglesia
con
clérigo de alta alcurnia,
entre
flamear de velas,
entre
rezos y oraciones
con
la episcopal nobleza,
ayudante
de un santón
por
ganar sueldos y cenas.
Le
llegó el tiempo de hacer
familia
cristiana y buena
y
a una moza que quería
le
propuso la tarea
de
que le pariera hijos
y
fuera su compañera,
en
lo bueno y en lo malo,
en
escasez y riqueza.
A
poco llamó la Patria
con
fusiles a su puerta
y
se lo llevó a luchar,
no
en una, sino en dos guerras,
la
una fue por su Dios,
la
otra por su Dios fuera,
que
siempre puso la fe
como
razón de su entrega.
Sacó
del pueblo humildad,
fanatismo
de la Iglesia,
ternura
del matrimonio,
acritud
de las contiendas,
y
con estas cuatro cosas
enarboló
la bandera
de
formar bien a los hijos
que
de su sangre nacieran.
Se
fue secando su piel
de
tanto salir de ella
sudores
de mil esfuerzos,
fatigas
de mil faenas,
volviósele
el pelo blanco,
y
por cada cana nueva
miraba
al cielo feliz
y
daba gracias por ella.
Y
conserva aun en su cara
aquel
olor de la siega
que
el viento le regaló
cuando
abandonó la era.
Aun
le huelen las manos
a
cirios y a blancas velas,
a
metralla y a fusiles,
a
pañales y a carpetas.
Y
no cae en tentación
de
cambiarse de chaqueta
porque
la pegó a su cuerpo
el
día que la eligiera,
y
cumple con la lealtad
que
le exige su conciencia
sin
tener un titubeo
en
su tozuda firmeza.
Haya
sido bueno o no
que
lo juzgue nadie deja,
que
dice que en su final
ya
Dios le dará sentencia,
y
que tendrá a mucho orgullo
presentarle
la cosecha
de
lo que en vida sembró,
aunque
tenga malas hierbas.
Y
yo, que por él nací,
que
por él vine a la tierra,
miro
su frente marcada
por
alegrías y penas,
y
me pregunto cual es
la
arruga que yo le hiciera,
que
la quisiera borrar
porque no muera con
ella.
Mª del Carmen Prada
Alonso
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