No es tu sombra
la que maltrata mi destino,
son tus palabras de fúnebre retórica
las que se balancean
para maldecir.
Podría llorar te amo,
relajar los músculos
de tu placer,
y llegar a un acuerdo con el arcoiris,
pero sabes muy bien
que mi túnica está maltratada en sangre,
y duele su llanto
cuando la noche se cierra
sobre tú ignorancia.
La oración se hace invisible
sobre los designios de tu Plaza
y vivo en mis latidos
cómo la muerte eleva su corona
sobre el deseo de tu abrazo.
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