Puedo recordarlo en los viajes que hacía a Salamanca, en tiempos de vacaciones.
Siempre pendiente de la luz, cordial, cariñoso. Recuerdo que le regalé algún libro mío y su delicadeza era tan grande como su humanidad,alabando cada poema.
Allí en el Corrillo, con su mesa llena de sus libros , te explicaba de sentimientos, de tiempos fuera de Salamanca y ahora su vuelta en la armonía.
Recuerdo que me hablaba especiálmente de Aníbal Núñez por el que sentía gran
aprecio en lo personal y en lo poético, y hasta sus lágrimas cuando su muerte...
Luego volví otro año y me reconoció enseguida, me di cuenta que padecía un Parkinson
ya muy instaurado y sus temblores estáticos le hacían sufrir mucho.Sabía que yo era médico y conmigo tenía una mayor puerta para sus lamentos...yo trataba de acunarle en su dolor,pero ya era difícil...
Luego en Barcelona supe de su muerte...y en homenaje, leí en casa en voz alta algunos de sus poemas, que a buen seguro escuchó... desde su lugar de sensibilidades.
Hoy dejo esta portada de su antología ...que la Diputación salmantina tuvo a bien...y pienso en su pureza como poeta, en su calle, en su cercanía con y para todos...En su imagen que sería de desear volviera...
Aunque quizá, es mi esperanza,nunca se ha marchado de ese lugar celeste del Corrillo, donde la poesía se mantiene.
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