Paseo de Las ÚRSULAS

Paseo de Las ÚRSULAS
PASEO DE LAS ÚRSULAS(Salamanca).-Por José Luis Pérez Pablos

viernes, 7 de marzo de 2014

Francisco de Aldana.-bio-bibliografía y un soneto(Escuela Salmantina SigloXVI)

Aldana, Francisco de (1537-1578).(Tomado de la web de las biografías)



Poeta español, hijo de padres extremeños, nacido en Italia (probablemente en Nápoles) en 1537, y muerto en la batalla de Alcazalquivir (en la provincia de Tánger, en Marruecos) en 1578. Su producción poética, heredera en un principio de los temas y las formas italianizantes introducidas por Boscán y Garcilaso, supera el petrarquismo y el neoplatonismo para adentrarse en una concepción naturalista del amor, aportando una moderada dosis de sensualidad que enriquece lo que, en los poetas anteriores, era un mero proceso espiritual.


Vida.

Su padre, Antonio Villela de Aldana, era capitán de caballos y alcaide de las fortalezas de Aquila, Gaeta y Manfredonia. Se había casado en Parma con la hija del coronel Gonzalo de Aldana, primo hermano de su madre. En 1540 la familia se trasladó a Florencia de manera definitiva; allí el padre recibió el mando de la caballería española y, en 1546, los cargos de castellano de Liorna y de San Miniato. En esta ciudad se desarrolló la juventud de Francisco de Aldana, sin que sepamos nada de su formación intelectual (aunque Elias L. Rivers afirma que escribió sus primera obras bajo el influjo del erudito Benedetto Varchi).
Allí se empapó del neoplatonismo que predominaba en la literatura florentina de su época. En un memorial escrito al final de su vida afirmaba que su carrera militar había empezado en 1553, y su hermano Cosme recuerdó que había participado en la batalla de San Quintín, en 1557. En 1563 fue nombrado lugarteniente de su padre, alcaide de la fortaleza de San Miniato. Siguiendo las órdenes de Felipe II, abandonó Italia para servir en Flandes al mando de Francisco Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, nombrado gobernador de los Países Bajos.
En Flandes sirvió como camarero del Duque, de lo que se quejó en la epístola II que dirigió a su hermano Cosme. Sabemos que participó en la campaña contra el conde Luis de Nassau. En 1571 marchó a Madrid con una carta del duque de Alba dirigida al presidente del Consejo de Castilla. En 1572 participó como sargento mayor en una expedición de don Juan de Austria contra los turcos.
Al año siguiente intervino en el asedio y conquista de la ciudad de Harlem. En el sitio de Alkmaar fue herido de un mosquetazo y, según contaba él mismo, tuvo que pasar siete meses de cama. En julio de 1574 escribió una carta al duque de Alba, que había sido relevado de su cargo en Flandes, en la que manifestó su deseo de volver a España, aunque en agosto de ese año se hallaba en el sitio de Leiden, que se levantó en octubre de 1574. Requesens le encargó las negociaciones con los soldados de los tercios para evitar los motines que tanto daño hacían a las tropas españolas. Por fin, en marzo de 1576 regresó a España con el propósito de conseguir alguna recompensa a sus veinte y cuatro años de servicio.
A su llegada a España, fue encargado provisionalmente de la tenencia de la fortaleza de San Sebastián. Al año siguiente, se le mandó que viajase con el aventurero Diego de Torres al norte de África, de forma clandestina, para reconocer las marinas y sus fortalezas y enterarse de lo que más cumplía. Vuelto a Madrid, viajó a Lisboa para presentar sus informes al rey don Sebastián, y quedó profundamente impresionado por el monarca portugués. De regreso a Madrid, quedó a cargo de la custodia del conde de Bura, hijo de Guillermo de Orange, al que acompañó hasta la fortaleza de Arévalo; desde allí, pasó a San Sebastián.
A finales de junio de 1578 Felipe II ordenó a Aldana que fuera a servir al rey de Portugal. El 31 de julio, Aldana llegó con quinientos soldados castellanos a Arcila, pero el ejército portugués se había internado ya en África. Considerando el desastre que se avecinaba, manifestó su intención de volver a España, pero fue convencido para que no lo hiciera y entregara al rey una carta del Duque de Alba y decidió ir al encuentro del rey portugués.
Su hermano cuenta que don Sebastián lo nombró maestre de campo general. Organizó la infantería y en la batalla, que tuvo lugar el 4 de agosto, murió luchando como un auténtico héroe. Pero en su época no fue sólo recordado como un héroe, sino que su obra literaria fue muy apreciada por sus contemporáneos que le dieron el título de "Divino", reservado únicamente a los grandes escritores. Antes de su muerte, Gil Polo le dedicó un elogio en su Diana enamorada (publicada en 1564). También Cervantes lo menciónó junto a Boscán y Garcilaso en La Galatea (1585), y Lope de Vega alabó tanto su carrera militar como su obra poética en su Laurel de Apolo (1630).


Obra poética.

Como es el caso de la mayoría de los poetas españoles del Siglo de Oro, Aldana nunca publicó sus poesías. Su hermano Cosme fue el encargado de darlas a la luz en dos tomos: el primero bajo el título de Primera parte de las obras, impreso en Milán, con dedicatoria fechada en 1589; el segundo, titulado Segunda parte de las obras, en Madrid en 1591. Estas dos colecciones contienen una gran cantidad de errores, como lo demuestra el juicio de Quevedo: “Si alcanzo sosiego algún día bastante, pienso enmendar y corregir sus obras deste nuestro poeta español, tan agraviadas de la emprenta, tan ofendidas del desaliño de un su hermano, que sólo quien de cortesía le creyere al que lo dice creerá que lo es”.
La edición de su hermano está plagada de errores e incluye poemas que no fueron escritos por Francisco de Aldana. La mayor parte de su poesía incorpora el repertorio temático-formal típico de su época: sonetos amorosos, con ambientación pastoril muchos de ellos; poemas mitológicos ("Fábula de Faetonte"); una reelaboración de un un texto de Ariosto ("Medoro y Angélica"); poemas religiosos ("Canción a Cristo crucificado"); epístolas en verso ("Epístola a Arias Montano"); poemas patrióticos ("Al rey don Felipe, nuestro señor"). Pero se han perdido muchas de sus obras, y no sólo de su primera época en Florencia; Cosme ofrece una lista de estas obras: tratados sobre el Santísimo Sacramento y sobre el Amor platónico; un diálogo en prosa y verso, titulado Cyprigna, de varios caballeros que vivían en soledad en Chipre; octavas sobre el Génesis y sobre la Virgen; traducción de las Epístolas de Ovidio; y "una Obra de Amor y Hermosura a lo sensual".
Su nacimiento en Italia, y el prestigio de la literatura italiana, explican el hecho de que Aldana, como también lo había hecho Figueroa, escribiera poemas en italiano; se han conservado dos sonetos escritos totalmente en esa lengua, o con mezcla de italiano y castellano; un ejemplo lo tenemos en las octavas que comienzan “Esta es la mano alabastrina y bella / per cui spari dal cor lo antico gelo”, en la que alternan un verso en castellano con el siguiente en italiano.
Pero la mayor parte de la producción poética de Aldana está escrita en castellano, aunque siguiendo las formas métricas y la temática que había impuesto la tradición italiana, sobre todo la del Cinquecento. Dentro de esta tradición se inserta su poesía amorosa, aunque con una característica que no aparece en los poetas anteriores a su generación: el sensualismo.
Aldana no sigue ni el petrarquismo ni el neoplatonismo de poetas como Garcilaso o Acuña; él ya no considera el amor como fenómeno únicamente espiritual. Su concepción es naturalista, de un naturalismo en el que sigue a los humanistas como Equicola, que analiza con realismo la psicología amorosa e indaga las raíces de la sensualidad. El poema que mejor ejemplifica este naturalismo es el que comienza “¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando”, en el que se establece un diálogo entre los dos amantes Damón y Filis, en que se destaca la necesidad de la unión entre los cuerpos para alcanzar el auténtico sentimiento amoroso: “Amor, mi Filis bella, que allá dentro / nuestras almas juntó, quiere en su fragua / los cuerpos ajuntar también”.
Pero esta unión (de las almas y de los cuerpos) nunca satisface del todo a los amantes, con lo que el movimiento se perpetúa en el siempre insatisfecho deseo de recuperar el androginismo primero. Esta insatisfacción llega a su final, en el que el poeta, cansado, se considera muerto para el amor, como lo manifiesta en la epístola a Galanio, donde confiesa: “y el tributo pagué de aquellos años / que al niño arquero son más agradables, / mas ya podré decir: ‘pasó, solía’, / que el ébano del pelo ya blanquea”. Es entonces cuando se plantea el retiro de las vanidades del mundo, cuando desea pasar de la vida activa de la milicia a la contemplación de Dios y de su obra. En el soneto que comienza “Clara fuente de luz, nuevo y hermoso” el poeta describe los sentimientos de su alma, que desea liberarse de la cárcel del cuerpo para ir a encontrarse en el cielo con el Creador. Pero esta vida contemplativa refleja el viejo tópico horaciano de la vida retirada. El poeta desea vivir en un lugar en el que estén ausentes “cuidados, / muertes, ansias, dolor, temor y enojos”. Sólo la contemplación divina mueve a partir de entonces su ánimo, todo lo diseña y dirige hacia Dios. Pero vida contemplativa no implica aislamiento: el amor ha sido sustituido por la amistad, con ecos horacianos en versos como el que dirige a su amigo: “con vos que sois de mí la mejor parte”. Aldana rechaza el estilo de vida de los anacoretas, porque él cree en la indisolubilidad de las almas amistadas.
Francisco de Aldana. Reconocimiento de la vanidad del mundo.
Aldana también compuso sonetos y canciones religiosas, basados, la mayor parte de ellos, en la doctrina central del Cristianismo: la de la Encarnación. Un ejemplo de esto lo tenemos en el soneto “Sacrosanta, inmortal fuente que sales”. Pero no son estos los únicos temas religiosos que trata, ya que también conservamos un soneto a la Virgen o la canción que dedica a la soledad de Nuestra Señora.
Un género en el que destaca su vena poética es el de las epístolas. Se pueden dividir en dos grupos: el amoroso, que tiene como modelo a Ovidio, y el moral, en que el modelo lo brinda Horacio. Del primer grupo sólo tenemos la “Epístola a una dama”; en ella el poeta refleja una idea ya tópica: la obediencia a la que está sometido el amante a los deseos de su dama, idea que se expresa ya en el primer terceto: “¡Ay dura ley de amor que así me obliga / a no tener más voluntad de aquella / que me ordena el rigor de mi enemiga!”. Las demás epístolas, de clara influencia horaciana, se dirigen todas ellas a varones: a su hermano Cosme o a Benito Arias Montano, entre otros. Todas, a excepción de la III, se basan en la amistad sincera que profesan los corresponsales.
Así, en la "Epístola II" el poeta escribe a su hermano Cosme contándole su situación fastidiosa en la corte: “La vida que ora paso aquí no es otra / que trafagar en esta corte ibera”. La más conocida e importante de las epístolas es la dirigida al erudito escriturario Benito Arias Montano, en la que trata de la contemplación de Dios y los requisitos della; ha sido denominada como “epístola horaciana a lo divino” y “autobiografía espiritual”. En esta epístola, escrita en 1577 desde Madrid, Aldana muestra su cansancio de la vida que lleva: “mi vida temporal anda precita / dentro el infierno del común trafago”, y su deseo de alcanzar una vida retirada que le permita reflexionar sobre él mismo: “entrarme en el secreto de mi pecho / y platicar en él mi interior hombre, / dó va, dó está, si vive, o qué se ha hecho”.
Vida retirada, pero en compañía del propio Montano, “en recíproco amor juntos tratando”; vida contemplativa, de observación de la Naturaleza, máxima obra de Dios. Es, por tanto, esta epístola otra muestra del deseo de Aldana de alcanzar la unión divina a través de la amistad y de la contemplación. Son esenciales en la epístola el tono de humildad, siempre dependiente de la gracia de Dios, y el concepto de la vida interior, del espíritu. Pero no es sólo una carta en la que Aldana expone sus ideas olvidándose del receptor, sino que en determinados momentos se dirige a él, invitándolo a acompañarlo (“verás”, “bajaremos allá”, “miraremos”) para que satisfaga su curiosidad de humanista y observe los “retorcidos caracoles”, “el nácar, el almeja y la purpuria / veneria”.
La vida contemplativa no le hace olvidar sus preocupaciones patrióticas, en las que también se hallan huecos de esa espiritualidad que informa otras poesías. El ejemplo más claro de ello lo tenemos en el soneto dirigido “al rey don Felipe, nuestro señor”. En él se describe la misión divina del monarca español, misión que ya le había sido asignada antes de su nacimiento; es la monarquía mesiánica. El poema presenta al rey como al monarca que desde los tiempos bíblicos estaba anunciado, aquél que va a conducir al hombre a unirlo detrás de la palabra de Dios; es el mismo mensaje que emite Hernando de Acuña en su famoso soneto: el soberano español, elegido por Dios, para ser el pastor que va a gobernar su grey: “y va tras tu estandarte / la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna”. El mismo mensaje es el que aparece en las Octavas dirigidas al rey don Felipe Nuestro Señor, en el que dos figuras femeninas alegóricas le comunican al monarca la que creen debe ser la política militar del imperio español, centrada sobre todo en la defensa de la verdadera fe; todo ello con gran cantidad de referencias bíblicas: “A ti los Faraones, los Golías, / los Nembrotes vencer tan sólo toca”.
La "Fábula de Faetonte" consta de 1214 versos y es una adaptación al castellano de la "Favola di Fetonte" del poeta italiano Luigi Alamanni, quien, a su vez, la había adaptado de la versión de Ovidio. Al texto original Aldana le proporciona análisis científico y descripción realista. El resto de los poemas narrativos de Aldana utilizan como estrofa las octavas reales. Podemos destacar la glosa que hace del soneto XXIV de Garcilaso, “Pasando el mar Leandro el animoso”, que corría impreso en pliegos sueltos desde 1536, poema que le permitía expresar la insatisfacción del deseo amoroso.
Otro poema narrativo en octavas reales es el dedicado al "Parto de la Virgen", que tiene como modelo el "De partu Virginis" de Sannazaro; con este poema Aldana intenta crear una épica culta religiosa en la conjunción de virgilianismo y materia bíblica, con abundantes referencias a la mitología clásica: hay alusiones a Febo o a Venus, entre otros personajes del panteón pagano. También de temática religiosa son las “Octavas sobre el Juicio Final”, que para Rivers dan una impresión surrealista; en ellas, Aldana presenta una primera parte que glorifica a la divinidad a través de su creación de belleza y armonía, hasta la quinta octava en que empiezan a describirse los desastres que provoca el momento final: “A la gran madre antigua veo, / Naturaleza, estar toda turbada, / ... / estéril ya, decrépita y cansada”; el final del poema describe perfectamente mediante el asíndeton el caos que produce el Juicio Final y las trompetas que lo anuncian: “¡Qué de estantiguas veo, nieblas y horrores, / carátulas, fantasmas y visajes, / desmayos, sobresaltos y temores, / fríos de muerte, estímulos y ultrajes, / penas, calambres, ansias y temblores”.
Dentro de estas octavas también nos encontramos con otras en las que no tenemos elementos narrativos, sino que son poemas didácticos o morales. Tal es el caso de las “Octavas sobre el bien de la vida retirada", poema en el que Aldana trata los temas que ya había fijado Horacio: riqueza mal ganada, la búsqueda de la verdad desnuda, la aurea mediocritas, el poder de la palabra para otorgar la fama al poeta (“los soberbios trofeos de que está llena, / por do a la eternidad pienso subirme, / las Musas son, y las que no han podido / escurecer las aguas del olvido”), etc.
Por último, también cultivó Aldana el estilo cancioneril, aunque en menor medida que los poetas de la generación anterior y que algunos de la suya, como es el caso de Fernando de Herrera. Quizá su formación italiana tuviese que ver con este hecho, ya que no tuvo el mismo acceso a los temas y metros cancioneriles que sus contemporáneos educados en España. De esta tradición tomó la forma métrica y el humorismo, elementos que aparecen en el “Diálogo entre cabeza y pie”, que se ha relacionado con la tradición del debate cancioneril, aunque Lara Garrido piensa que “se parece más a la variante dialogada y humorística del capriccio bernesco en cuya materia... el poeta ocupa el primer plano”.
Otros dos ejemplos los tenemos en dos poesías que nos han llegado en estado fragmentario. Estos dos poemas tienen como elemento común el tema amoroso, aunque uno de ellos, el que comienza “Sin tantas filosofías”, trata de distinguir entre dos tipos diferentes de amor: uno “que entretiene al servidor / en necias hipocresías”, aunque hay “otro más humano, / más blando y de más holgura”. Nos encontramos, pues, ante la sensualidad que predica en sus poesías amorosas serias, pero en este caso el tema es tratado de una forma desenfadada, por lo que recurre al metro y al estilo cancioneril. El otro poema, que comienza “Tan dulcemente profiere”, se mueve, con recursos conceptistas tomados de la poesía del siglo XV, entre el querer del amante y el no querer de la amada.


Bibliografía.

  • ALDANA, Francisco de. Poesías castellanas completas. Ed. de José Lara Garrido. (Madrid: Cátedra, 1985).
  • HERNANDO CUADRADO, J. El ciclo amoroso en Francisco de Aldana. (Madrid: 1981).
  • LARA GARRIDO, José. La poesía de la contemplación (Relectura de la Epístola a Arias Montano de Francisco de Aldana). (Madrid, 1985).
  • PRIETO, Antonio. La poesía española del siglo XVI. I. Andáis tras mis escritos. (Madrid: Cátedra, 1984). Pp. 233-283.
  • RIVERS, Elias L. Francisco de Aldana, el Divino Capitán. (Badajoz: 1955).
  • RODRÍGUEZ MOÑINO, Antonio. El capitán Francisco de Aldana, poeta del siglo XVI (1537-1578). (Valladolid: 1943).
  • RUIZ SILVA, Carlos. Estudios sobre Francisco de Aldana. (Valladolid: Universidad de Valladolid, 1981).
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  •  Yace en esta que veis cava cubierta
    un cuerpo de valor tan soberano
    que, cuando muerte en él puso la mano,
    de la vida mayor fue muerte muerta.

    Rompiendo el alma está la baja puerta
    do habita el desleal ángel tirano,
    dejando para el bien ultramundano
    otra de libertad gloriosa abierta.

    Cuando murió, cayó Naturaleza
    sobre sí misma; en en torno le lloraron
    los cielos, que de luto se cubrieron;

    las piedras trasladaron su dureza
    en el pecho del hombre y dél tomaron
    la razón del dolor con que se abrieron.

    Francisco de Aldana

2 comentarios:

  1. Yace en esta que veis cava cubierta
    un cuerpo de valor tan soberano
    que, cuando muerte en él puso la mano,
    de la vida mayor fue muerte muerta.

    Rompiendo el alma está la baja puerta
    do habita el desleal ángel tirano,
    dejando para el bien ultramundano
    otra de libertad gloriosa abierta.

    Cuando murió, cayó Naturaleza
    sobre sí misma; en en torno le lloraron
    los cielos, que de luto se cubrieron;

    las piedras trasladaron su dureza
    en el pecho del hombre y dél tomaron
    la razón del dolor con que se abrieron.

    Francisco de Aldana

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  2. Gracias Amadeus por dejar este poema de Francisco de Aldana , que completa y mucho lo anterior.Un abrazo.

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