Canto
de la distancia
Me
dicen que has muerto las adelfas hirientes
de
los jardines yertos, y no quiero que el sueño
que
retiene mi pecho se marche de esta noche
completa
cabalgada, de llanto, por los bosques...
Si
no existe ventana, ni lira encadenada,
a
los bancos de ayer, ni a los pétalos húmedos,
si
no existen arroyos sumergidos de espumas
ni
cometas, de piedra, cruzando tu paisaje.
Sueños,
como ausencias, de crepúsculos nuevos,
redoblan
en el aire, del páramo encendido,
infinitos
rumores de castillos y torres,
cataclismos
guerreros y mares olvidados...
Y
vienes de la sombra de mi dolor de ahora,
con
sabor a la tarde, compartida en tus labios
y
deshago la historia, completa, y en tus brazos
duermo
la noche como un sueño encantado.
En
las torres y piedras de los claustros viejos
se
levanta de la noche un vergel infinito.
Hay momentos en que todo es apacible,
cuando
la ciudad amanece entera y feliz,
mirando
las torres de los vientos.
Momentos
en los que una lágrima huérfana
me
dice que las cosas pasarán por encima
de
todo y no serás nada más que un rumor de raíces,
alguna
nave olvidada en la costa,
o
la llovizna que moja la piedra,
cuando
te acuna piadosa la muerte
en
la ciudad sin luto y sin tristezas.
Cuando
llega tu hora justa, aquella del vuelo de polvo
y
nadie deja flores y, lejos, alguien llora
a
pesar de que la vida continúa sin ti.
En
la eternidad de la luz nadie vendrá a nombrarte
con
plegarias de compasión y en el libro de los prodigios
nadie
hablará de ti
importa
poco si tu piel tuvo sabor a mar,
a
tierra o paraíso.
Porque
una gran calma puede arrasar nuestra vida
y,
en un segundo, dejarnos huérfanos por siempre.
La
calma no siempre será la calma.
Hay
momentos en que nada reconforta,
ya
no es encantador un día primaveral,
cuando
parece que todo ha muerto, que todo es quieto,
y
la prosa de la vida golpea los sentidos,
bloquea
nuestros nervios, tapona arterias, congela células.
Hay
momentos que nos rodea un silencio inmenso,
tan
inmenso que no encontramos manera de escapar
y
nos dejamos deslizar en su marejada de muerte, de nada,
como
una nada irreal, pero tan presente, como cercana.
No
hay sitios perfectos, no hay dónde llegar,
siempre
arrastrando carencias, dolores y cobardía;
esa
cobardía que nos atormenta y nos reitera,
en
cada vuelta del camino, que lo real no lo es,
que
las máscaras caen y se destrozan cuando el conocimiento las
enfrenta.
Hay
momentos en que todo pierde significado
y
la vida, carece de palabras.
y
quedamos sumidos en un mundo vacío, etéreo,
quedamos
como platillos suspendidos en el aire.
Para
esos momentos hay también una Palabra que nos ayuda
que
nos detiene al borde del abismo y nos grita y nos seduce
Palabra
con significado de vida y de Luz, en la esperanza.
Do poemas que llegan al lugar mas profundo del sentimiento,toda yo ,leyendo..,suspiros encadenados.Ignacio,gracias.
ResponderEliminar