Gracias por comprenderme
he cortado mi mano pecadora
e imploro al aspiz que me persigue
para que duerma en los pajares de su traición.
Nada me alivia
y cada una de mis letras grita su inquietud,
por eso mi pensamiento no puede detenerse en la caricia
ni en la palabra de sombra dorada.
Muero ahora, en este instante
en que tu deseo ha traspasado mi voluntad.
sobre la nota confusa de una melodía.
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