Usted imagina el viento, lo ve, toca su cara: rubio,
amarillo, de atrevidos desmanes. Le vuela el peluquín, se mofa de sus lágrimas.
Insensato hervidero de locuras, hecho de trapos, tan ciego como la ira.
Yo le dedico al viento el gesto redentor de mis
oficios. La cueva que es la habitación donde se esconde el tan solo humano de
la utopía, lo que persiste, a pesar de los espantos y sus carcajadas.
Pero usted imagina al viento quizás en otras
facetas (quizás con impregnado olor de guayaba o como un retrato de espigas
inclinadas y montañas al fondo, azul en el cielo, varias nubes).
Sin embargo, usted y yo sabemos que para el
viento no somos más que un espejismo, lo resonante de ciertas cosas que murmuran
en su cabeza; la cabeza del viento que es pura gritería, pura tormenta, vendaval
helicoide de muecas al que le lanzamos piedras para que huya.
Usted imagina al viento en lo remoto de alguna
presencia conocida; lejos de la garganta, de los huesos, pero el viento esta
posado en los hombros, como una mariposa, en el alma.
Jimmy Valdez-Osaku
¡Muy bien logrado Jimmy! Buen ritmo, excelentes imágenes y un cierre que responde a la densidad poética del cuerpo escuplido a en prosa.
ResponderEliminarJuan Matos